A la hora de corregir a los alumnos en determinada
situación pedagógica, es posible que cualquiera de nosotros consideremos justas
las correcciones que realizamos cómo profesores, sin embargo la realidad es que
se pierde un poco de objetividad ante ciertas situaciones sin percatarnos de
ello.
El reto consiste en ajustar tus
términos a la situación, no es lo mismo realizar correcciones en un grupo de 50
alumnos cuando el tiempo es reducido y por ende las correcciones pueden ser más
superficiales que en un grupo de 20. Por otro lado, la relación que se tenga
con el grupo o inclusive con el alumno puede influir en nuestras correcciones
sin darnos cuenta.
Uno como profesor tiene que
equilibrar mucho para no ser demasiado estricto ni demasiado benevolente; en el
primer caso se puede perjudicar al alumno, pero por otra parte si eres
demasiado dadivoso puedes perjudicar a otros, por ello hemos de procurar ser
justo con nuestras evaluaciones.
Los criterios que hemos de
utilizar para corregir a nuestros alumnos deberán estar bien definidos
previamente tanto para el profesor cómo para el alumno. Además de esto es importante
tener claro lo que queremos desarrollar e nuestros estudiantes, y si aquello
que estamos corrigiendo se encamina a nuestras pretensiones educativas o no. Ya
no es más secreto que nuestros alumnos sepan lo que se les evalúa, que conozcan
sus condiciones dentro de un proceso evaluador bien fundamentado,
articulado de manera coherente en el proceso de enseñanza. Así la corrección será
más objetiva de acuerdo a lo previsto, así sea una materia, un examen, una
prueba estandarizada etc.
Los
criterios pueden ser definidos por una rúbrica. Pueden ser usados por el/la docente para la evaluación de los alumnos y,
aplicadas a un trabajo o tarea, las rúbricas pueden ser construidas en colaboración con
los propios estudiantes, siendo una herramienta
valiosa para hacer una evaluación integral y auténtica.